Tras media hora de paleo, sobre las 07:30 de la mañana, ya comenzamos a sudar. El sol empezaba a picar desde primera hora y sin ninguna nube en el cielo, el día amenazaba con un calor sofocante. De echo, antes de las 10:00 ya había saltado un par de veces de la piragua al agua para refrescarme un poco.
En uno de los tramos, desde la lejanía, comenzamos a hacer las típicas bromas de cuando se acerca una curva y parece que se acaba el río, como “qué bien! ya se ha acabado el río y dejamos de remar!!” u otra tontería. Pero esta vez no llegaba ninguna curva y de hecho se acababa el río. Habíamos entrado en una zona de multitud de rocas y el camino elegido no había sido el correcto.
Volvimos hacia atrás y decidimos dejarnos llevar por la corriente para ver por donde nos llevaba, pues supuestamente la corriente mas fuerte iría por buen camino. Muy buena decisión, la nuestra, pues entre dos enormes bloques de acantilado, otro tramo del río discurría, sacándonos de aquel atolladero.
Pero todo no acababa allí, tras salir por este canal, que parecía un cañón, se nos aparecía ante nosotros mas bloques de rocas. Aquello parecía un laberinto! Con un poco de intuición y atendiendo a la corriente, parecía que íbamos yendo bien, hasta que en una de las ocasiones, la corriente se metía por dentro de las rocas! Esta vez si que tocó dar un rato largo marcha atrás y menos mal que a lo lejos, vimos cómo un pescador se metía entre dos rocas. Gracias a ello conseguimos salir de aquel sitio, que de otro modo nos hubiera llevado bien de tiempo, saber por cual de las infinitas rocas deberíamos meternos.
Por suerte este extraño sitio, esconde unos lugares muy bonitos, con pequeñas calitas de arena donde poder atracar para descansar y tomar nuestro almuerzo, rodeados por esas rocas de una tonalidad ocre rojiza que tanto nos llamaba la atención.
E incluso con alguna cascadita que otra, de donde poder coger agua para cocinar y así conservar la del bidón, sólo para beber.
Aprovechamos también los huecos de entre las rocas, que este intrincado paisaje nos proporcionaba, para resguardarnos del terrible sol, mientras dura el avituallamiento.
Otra cosa buena que tenía este lugar, es que, como siempre que entramos en una zona rocosa, el agua lleva algo de corriente. De echo, numerosos pescadores usan estas zonas, por su corriente, para lanzar las redes y capturar los peces que por allí circulan forzados por la corriente.
Una vez que esta zona se abrió, dejándonos ver e intuir por donde transcurría el río, creímos que lo peor del día ya estaba pasado. Pero nada mas lejos de la realidad, nuevas rocas se veían en el horizonte, pero esta vez acompañadas por un ligero rugir. Se trataba de una nueva zona de olas y rápidos, pero algo mas fuerte de lo que estábamos acostumbrados. Con el corazón bastante acelerado, le echamos un par y nos adentramos en lo que parecía una nueva empozada para el blog.
A toda pastilla, cruzamos ese kilómetro y medio, por una fuerte corriente, seguida de varios rápidos y una zona de olas sorprendentemente grandes, que pudimos pasarla por un costado, donde el tamaño de estas era aceptable. Sin mas problemas que un poco de agua dentro de la piragua, pasamos aquella zona, que resultó ser hasta divertida. Una parada de rigor para evacuar el agua y de nuevo en marcha.
Mas cascaditas nos acompañaron en esta zona, que a pesar de estar en la estación seca, nos sorprendió la cantidad de agua, en forma de cascadas que llegaba al Mekong. A pesar de ser un entorno muy marrón, por el agua del río y por la tonalidad de aquellas rocas, el contraste que creaba la espuma blanca de las cascadas, interrumpiendo esa estampa ocre, le daba un encanto mas especial al lugar.
La última parada de ese día, sobre las 15:00, la hicimos en un lugar increíble, donde si no fuera por que vamos mas lento de lo esperado, nos hubiéramos quedado a pasar la noche. Los tonos ocres de las rocas, se volvieron mas intensos con los últimos rayos rojizos del sol, creando unos contrastes con la vegetación y unas texturas preciosas.
Los pequeños pozos, donde se queda el agua acumulada, procedente de las lluvias torrenciales de la estación lluviosa, que se encontraban en lo alto de estas formaciones rocosas, sorprendían por la claridad de sus aguas. Claridad y transparencia, claramente ausentes en el Mekong y que quizás por ello me sorprendió aún mas.
Esa noche dormimos en lo alto de una duna, donde el suelo se alisaba un poco. La molestia de tener que subir el bidón de 20L, las alforjas y la comida, fue recompensado por la alegre actividad de unos niños que jugaban cerca de nosotros, quienes disfrutaban aún mas por nuestra atenta observación. Además nos ayudaron a recolectar leña y por la mañana, la madre de ellos, nos obsequió con unas setas y una calabaza, que mañana probaremos.
Supuestamente nos quedaba tan sólo un día y medio hasta Paxé, donde aprovecharíamos para dormir en camita y comprar mas provisiones. Creíamos que íbamos a tener suerte y disfrutar de nuevo de una sesión de zonas con corriente, para seguir con el tan buen ritmo que llevábamos gracias a ello. Pero lamentablemente, el único rápido que veíamos, era la estela que dejábamos tras nuestras paladas.
Pero el entorno, era increíblemente bonito. De echo, me recordaba un poco esta zona, a la película de “Up”, donde al final aterriza la casa, en ese entorno de altos acantilados rocosos, de color rojizo franqueados por la larga cola de una cascada.
Por fin, llegamos a el último pueblo de Tailandia. Ya no íbamos a tener nunca mas a Tailandia en la otra orilla. No teníamos mas moneda tailandesa, pero paramos allí para descansar y rellenar el bidón de agua, pues no teníamos ni para pasar la noche. Paramos de bajo de lo que parecía un restaurante, ya que había un letrero con el logotipo de Pepsi. Allí nos rellenaron el bidón y el hombre, al que parecía interesarle mucho el deporte, ya que tenía numerosas fotos con deportistas colgadas en la pared, le debimos sorprender con el echo de venir remando desde China, de tal manera, que nos invitó a comer!
Me ha sorprendido la amabilidad y hospitalidad de la gente tailandesa de la orilla del río. Siempre que hemos parado en Tailandia, nos han regalado el agua e incluso en varias ocasiones nos han obsequiado con algo de comida y esta vez incluso nos han invitado a comer. Al contrario, la parte del río de Laos, país que recorriéndolo en bici, siempre me ha fascinado, la gente del río no ha sido tan sorprendentemente agradable como lo esperado.
Curiosamente habíamos hecho mas kilómetros de los que esperábamos con el agua calmada. Parece ser que no era tan calmada como lo que creíamos. De modo que tras llenar el buche en el último pueblo tailandés, le comenté a Martinio si le apetecía hacer una jornada nocturna y tratar de llegar esa misma noche a Paxé, aprovechando que la poca luna que había, algo nos iluminaría. Al principio, no le motivaba mucho la idea, pero al final le pareció muy buena.
De modo que, tras la última parada para cenar un poco de arroz que teníamos en una bolsa, acompañado de lo último de tomate frito que nos quedaba, ponernos los frontales y …
ETAPA NOCTURNA!!!!
Al principio comenzamos sin luna. De echo, tardó bastante mas de lo que teníamos previsto, lo cual fue un pequeño problemilla, sobre todo cuando comenzamos a oír unos rápidos. A duras penas, conseguimos esquivar la zona de rocas que hacían que el agua sonara.
Menos mal que al de una hora y media la luna comenzó a intuirse. Que pasada el color rojizo con el que apareció. Parecía que era el sol en vez de la luna, si no fuera porque estaba mas de cuarto menguante. Increíble imagen la que tengo grabada, viendo la sombra de Martino remando y con la luna naranja de fondo saliendo de entre los árboles del bosque. Magnífica noche la que vivimos aquel día.
No pude sacar ni una buena foto, ya que el constante movimiento de la piragua no me dejaba mantener quieta la cámara y salía todo borroso y movido.
Tras 4 horas y media de paleo, aunque la intensidad de la luna sea tal, que veas casi perfectamente y cree una estampa preciosa, el temita de la noche y remar, ya no te parece tan bonito ni interesante. Pero por fin vimos las luces del puente que se encuentra antes de llegar a Paxé. No es un puente de la amistad, ya que ahora el río pertenece a Laos, pero la ilusión fue la misma que con los anteriores puentes de la amistad!
Para rematar la jornada, la guest house estaba a orillas del río, pero no del Mekong, si no de uno que lleva las aguas a este. De modo que para llegar a ella tuvimos que remontar un trozo de este río, al principio con una fuerte corriente y luego por suerte mas tranquilito. Entre que era de noche y no me acordaba bien de donde se encontraba exactamente la guest house, tardamos un rato en encontrarla. Dejamos las piraguas abajo en el río y subimos para andar y tratar de encontrarla. Afortunadamente, la guest house se hallaba a 10m de donde habíamos embarcado, pero estaba completa. Tras darle la carga al tipo, al final cedió y nos dejó dormir en el suelo de la terraza que da al río, pero hasta las 12:00 de la noche no nos podríamos ir a dormir. No había mucho problema, ya que eran las 23:15 y queríamos comer algo.
Tras cenar algo, nos fuimos a dormir, pero a pesar de no dejarnos poner la tienda, finalmente la pusimos, ya que aquel lugar estaba infestado de mosquitos, con lo que montamos sólo la parte de mosquitera y a sopar, después de una dura jornada de mas de 12 horas remando!
Hoy ya por fin, en cuanto se han marchado los primeros de la guest house, nos hemos pillado esa habitación y a las 11:00 nos hemos pegado una siesta de escándalo!
Por cierto, mirando el mapa, estos dos días, hemos estado remando por lo que se conoce como Tana Rapids Natural Park, de ahí que hubiera esos tramos de aguas rápidas. Ahora lo entendemos!
La verdad, es que este tramo, ha sido uno de los mas bonitos del río, muy despoblado, por ser un parque natural y un paisaje increíble!
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