En cuanto me dirigí a la piragua, lo primero que vi, fue que esta, estaba suspendida casi en el aire, apoyando únicamente la popa en el agua. Pronto entendí, que era el nivel del agua el que había bajado y que por eso se encontraba de aquella manera. El problema de esto fue que una de las rocas debía ser algo mas puntiaguda de lo esperado e hizo que el fondo de la piragua se pinchara. De modo que una gran putada, pero sí, el segundo día en el río y Mantu, ya tiene el suelo pinchado!
Por suerte esto no influye nada mas que en la posición de remado, o eso espero yo, porque la verdad es que en los 3 días que llevo remando parece que todo va estupendamente!
Un poco rayado y a disgusto comencé la mañana, pero poco tardé, en comprobar que no pasaba nada. De nuevo nos tocaron un par de tramos de tensión por la velocidad del agua, pero no hubo ningún susto, todo se quedó en tensión.
Los paisajes que vamos cruzando son todos muy parecidos, pero el hecho de encontrarnos solos, sin nadie mas alrededor durante horas, o días, hace que esto sea muy especial.
Lo mejor del día viene cuando a media mañana encontramos algún recoveco donde poder parar, para tomar el bocata de jamón. Hay veces en las que incluso encontramos una pequeña playa, donde si no fuera por el color marrón de las aguas, parecería que estamos en cualquier playa del mediterráneo.
Cuando las aguas me dan un poco de tregua, es cuando me animo a sacar alguna foto, pero todavía no me encuentro lo suficientemente suelto como para andar sacando la cámara todo el rato. De todas maneras, no creo que saque muchas fotos, ya que el paisaje es casi siempre muy parecido, agua marrón por delante y por detrás, exuberante vegetación a ambos lados, normalmente con montañas alrededor bastante cerrado y si hay alguna novedad, es por que en medio del río hay alguna roca. Pero aún así, no se hace para nada monótono, al contrario, cada vez me sorprende y me gusta mas sentirme tan aislado y lejos de la civilización en este entorno.
Sobre las 14:00 de la tarde, divisamos un pequeño poblado, elevado sobre la orilla derecha del río. Estábamos en la zona fronteriza entre Birmania y China. Es el Mekong el que hace de frontera entre los dos países. A parte de que estría muy bien conseguir algo de comida, nos hacía ilusión pisar Birmania. De modo que aparcamos las piraguas en una especie de playita, para tratar de ir a mendigar comida.
Al de poco de dejar a Tritón y su compañera sin nombre, unos curiosos se acercaron para alucinar con los dos especímenes que acababan de llegar.
Nos sorprendió la poca hospitalidad de esta gente. No nos dieron nada de comer, ni incluso insistiendo que pagábamos por ello. Por suerte había un puestecito, donde compramos unas galletas, algo para beber y un poco de azúcar para poder pasar mejor la avena por las mañanas. Menos mal que aceptaban Yuan, la moneda de China, porque sino nos hubiéramos quedado con las ganas.
Como pudimos, preguntamos cuanto quedaba para llegar al supuesto puerto que en un mapa chino que teníamos indicaba. Nos dijeron que dos kilómetros, con lo que nos alegramos, pues quizás aquí podríamos conseguir algo de comida antes de afrontar el último tramo del día, el previo a la búsqueda de la zona de acampada.
Efectivamente, llegamos a una especie de puerto pequeñito, donde llegan los camiones con mercancía para ser cargada en los cargueros y transportadas a países vecinos.
No parecía haber nada para comer y como algo de galletas ya nos habíamos trincado, decidimos proseguir para no perder mas tiempo. Cuando llegamos a la mitad del puerto, divisamos un edificio muy grande y con demasiados aires de grandeza. Le comenté a Martino que ese es un típico edificio del gobierno y que quizás allí esté algún departamento de inmigración donde poder sellar la salida de China.
El problema de salir de China sin el sello de salida es que en los cinco siguientes años, no puedes entrar en el país. Para Martino esto era un inconveniente ya que se le está pasando por la cabeza venir a China a trabajar.
Total, que salimos del río para inspeccionar y efectivamente estaba el departamento de inmigración. Solicitamos que nos sellaran el pasaporte. Lo primero que nos pidieron fue que les indicáramos el nombre del barco en el que veníamos. Como no nos entendían lo que era un kayak, le llevamos hasta la barandilla para señalarle las piraguas.
Un rato después de hacer unas cuantas llamadas, ya que era la primera vez que les pasaba esto, nos pusieron al teléfono con una china que sabía inglés. Esta nos comentó que deberíamos tomar un barco para que nos sellaran el pasaporte, que no estaba permitido viajar en piragua y que era muy peligroso.
Tras un rato intentando que nos pusieran el sello para poder marcharnos, vino el capitán de un carguero. Le preguntaron si nos podría llevar. Nos llevaba por 300Y cada uno, lo cual era muy caro si supuestamente nos dejaba en la frontera con Laos. Finalmente comprendimos que nos llevaría hasta Huay Xay, unos 200Km, donde supuestamente, podríamos sacar el visado para Laos.
Tras debatir las opciones, decidimos tomar el barco. Los motivos eran: Martino podría regresar cuando quisiera y no tener que esperar 5 años, nos dejaban en el pueblo de Laos donde poder hacer el visado y sin problemas por llegar en barco y no en kayak, decían que el río llevaba mucha fuerza y a demás que la zona fronteriza con Birmania no era segura. Por todos estos motivos y por una cama donde dormir, cena que nos cocinaban y desayuno que no fuera avena, decidimos montarnos en el carguero.
Nos costó lo suyo meter las piraguas en el barco y mas aún acercarlas hasta él, ya que tuvimos que remontar el río hasta la rampa mas cercana al embarcadero donde se encontraba nuestro barco.
El barco era un carguero un tanto precario, pero esto lo hacía mas interesante todavía. Mientras esperábamos a zarpar nos entretuvimos un rato viendo la velocidad con la que descargan el camión y cargan el barco, sin ayuda de maquinaria alguna, puro trabajo humano en equipo.
La experiencia del carguero me sorprendió gratamente. Al principio me sentía indiferente ante la idea de hacer un tramo del río en barco. Pero al tratarse de un carguero, la cosa cambiaba. Pudimos ver como trabajan en el barco, que es lo que hacen en los ratos libres, que complicaciones pueden darse, como gritan para poder oírse con semejante ruido de motores,… De modo que la experiencia en el carguero me empezó a resultar atractiva.
El echo de ser los únicos guiris en el barco, también lo hacía especial y mas aún el hecho de no ser un barco para pasajeros.
Esa tarde el cielo nos brindó un atardecer estupendo, que desde el barco y sin tener que remar, se hacía mas increíble todavía.
Cuando la tripulación fue a cenar, nos avisaron para que cenáramos con ellos. Tan solo son 6 y como uno de los capitanes tiene que conducir mientras el otro cena, éramos 5 en la mesa. De modo que parecía que una familia nos había invitado a cenar a su casa. Eso si, picante de narices la comida. Cómo nos salían las lágrimas de lo que picaba! A pesar de eso, estaba muy buena la cenita que nos puso la cocinera y muy agradable poder compartirla co ellos, a la luz de las estrellas y amenizados con el sonido aviolinado de los motores (que por cierto, valla escándalo que meten).
Nos metimos en nuestro camarote tras contemplar durante un rato el estrellato y caímos rendidos en un instante. Se conoce que nos debimos parar para dormir en una de las orillas durante la noche mientras dormíamos, ya que el arranque de los motores, nos despertó sobre las 7:00 de la mañana.
A las 10:00 y después de haber desayunado una sopa de noodels, la tripulación nos indica que en 5 kilómetros nos soltarían al agua. Nos extrañó un poco, ya que nos dijeron que llegaríamos sobre las 16:00, pero pensamos que sería que habíamos avanzado mas rápido de lo normal. Pero tras preguntar cuanto quedaba hasta Huay Xay, el supuesto pueblo al que nos llevaban, nos dijeron que 60Km.
Si entender muy bien entonces por qué nos bajábamos, pusimos las piraguas en el agua, mientras el barco seguía en marcha, nos pasaron desde arriba todo el equipaje y como pudimos, de mala manera lo atamos todo a la piragua y nos pusimos en marcha hacia el primer sitio donde atracar para colocar todo correctamente.
Nos habían dicho que allí, donde nos habían dejado, podríamos sacar el visado de Laos, pero no veíamos ningún edificio, ni puerto ni nada de nada. Al de unos 10 minutos, vimos que en el lado izquierdo, en el de Laos, había un edificio bastante grande. Como tenía embarcadero, decidimos parar para ver si se trataba de algún puesto de inmigración. Efectivamente, si lo era, pero nos dijeron que el visado lo deberíamos hacer en Huay Xay.
De modo que un poco tarde, sobre las 10:30, comenzamos a piraguear, para en unos dos días tratar de llegar al pueblo. En este día, pasamos el famoso Triángulo de oro, que es la zona en donde el río hace frontera entre los países de Tailandia, Laos y Birmania. Es una zona súper turística, con lo que en este punto nos encontramos co numerosos turistas en barquitos. Pensamos en desembarcar en la zona de Tailandia, donde se veía que había numerosos puestos donde comer algo. Pero el hecho de haber empezado tarde y no tener moneda tailandesa, hizo que continuáramos la marcha.
Sobre las 18:00, desembarcamos en una zona de cultivo, donde parecía que había una especie de chamizo donde poder poner las tiendas y cocinar, ya que amenazaba con llover. Por suerte el sitio era propicio, con lo que no tuvimos que seguir buscando y nos instalamos allí mismo.
Prontito por la mañana y tras desayunar la avena, pero esta vez muchísimo mejor, pues el azúcar ayuda a pasarla mas gratamente, comenzamos a palear por unas aguas muy tranquilas. Lo bueno que tienen estas aguas es la ausencia de tensión en nuestros cuerpos, lo cual se agradece. Pero por el contrario, hay que hacer mas esfuerzo para remar y el avance es considerablemente mas lento.
Tras la primera parada para reportar y descansar los cuerpos en una de las numerosas playitas que encontramos, decidí encender el GPS, para ver dónde nos encontrábamos. Para nuestra sorpresa, a no mucha distancia de donde nos encontrábamos, sorprendentemente, aparecía marcado el pueblo hacia donde nos dirigíamos.
Con la emoción de saber que estábamos cerca de nuestro destino, las siguientes 2 horas de paleo, se pasaron volando. Sobre las 13:30 llegamos a la zona donde se desembarca desde Tailandia a Laos para hacer el visado, ya que recordaba del viaje de hace unos años cómo era el sitio. Ante la atenta mirada de los oficiales y algunos guiris que estaban tramitando el visado, aparcamos las piraguas y nos dirigimos a intentar sacar el visado de Laos.
Al encontrarnos en la zona fronteriza entre Tailandia y Laos y no con China, no sabíamos si tendríamos problemas, a pesar de tener el sello de salida chino y mas aún cuando no desembarcamos del el supuesto barco, sino de nuestras piraguas.
Tras algunas preguntas pertinentes, como, en que barco venís y desde donde, les tratamos de contar toda la película del carguero y las piraguas. Finalmente y tras pagar los correspondientes dólares, nos dieron el visado por 30 días en Laos!
Dedicamos la tarde a asearnos en una guest house, hacer unas compritas para los siguientes días en el agua, comer y poner al día nuestras cuentas de correo electrónico. A la noche después de cenar, prontito para la cama, pues al día siguiente tocaba de nuevo piraguear y sin saber durante cuantos días hasta Luangprabang.
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