martes, 9 de noviembre de 2010

42 En busca del agua


Ya llevábamos 6 días de paleo, sin encontrar ningún pueblo, donde poder aprovisionarnos de comida. Teníamos pensado llegar a Vientiane, la actual capital de Laos, en 7 días, pero todavía nos quedaban unos 150Km, con lo que la comida estaba en las últimas y el agua a puntito de terminar. Podríais pensar que con hervir el agua del río, ya es suficiente como para beberlo y despreocuparnos por el tema del agua. Pero el caso es, que el agua del Mekong tiene tanta cantidad de bacterias y pequeños bichos microscópicos, de esos que te hacen licuar las heces y retirar la comida ingerida del cuerpo por la boca, que para que sea medianamente potable, habría que hervirla tres veces, con un tiempo de reposo entre medio. De modo que esto no sería viable, tanto por el tiempo, como por la escasez de madera seca como para hervir tantas veces el agua.
Cuando encontramos algún riachuelo que desemboca en el Mekong, esa agua, si que la llevamos con nosotros en dos botellas que tenemos separadas para estas ocasiones y así poder cocinar, sin necesidad de gastar del agua potable. Esta agua, con hervirla una vez, ya es suficiente.
Para colmo, también llevamos unos cuantos días en aguas muy calmadas, con lo que el avance se hace muy duro y costoso y la monotonía empieza a acusarnos. Pero aún así, esto merece la pena, tan sólo por los rincones que nos vamos encontrando y por la sensación de paz, tranquilidad y soledad que emana esta despoblada área.


Sobre el medio día, nos empezamos a encontrar bastante tránsito de pequeños botes y varias casitas a orillas del río. Esto quería decir, que estábamos en la zona fronteriza con Tailandia, donde a escasos metros del río, discurre una carretera. Al de un rato, divisamos a lo lejos, lo que parecía, una ciudad!
Efectivamente, se trataba de un pueblo bastante grande, donde podríamos comprar comida e incluso alojarnos y rellenar el bidón de agua potable. Dicho y hecho, nos apeamos en un pequeño embarcadero y tremendamente contentos nos dirigimos a hacer compritas.
Parece mentira, cuando no tienes prácticamente nada, lo poco que hace falta para ponerte contento, con agua y un poco de noodels, somos los más felices del río!


Aprovechando que estábamos en Tailandia, nos comimos unos fabulosos Pad Thai, que entran de lo lindo. No teníamos ni idea de donde estábamos y para no levantar sospechas, pues no tenemos visado de Tailandia y no meternos en líos, no preguntamos donde nos encontrábamos. Los dueños de un local, que se encontraba a orillas del río, nos vieron salir del agua con las piraguas. Les encantó escuchar nuestra historia y les debimos caer tan bien, que allí mismo nos rellenaron el bidón con agua potable y dos botellas mas con agua del grifo para cocinar. Nos aprovisionamos un poco mas para afrontar los siguientes días y de nuevo al río, que ahora bien servidos y con el estómago lleno, se veía mas lindo si cabe.


Unas pocas horas mas encima de la piragua y de nuevo acampamos en una playita espectacular y afortunadamente, con algo de madera seca. Era solo un trozo de isla en medio del río, con tan solo arena y algunos juncos. Pero se conoce que alguna crecida del río había dejado hacía tiempo una enorme caña de bambú, que casi toda ella estaba prácticamente seca. Menos mal que era enormemente grande el bambú y así pudimos hacer el suficiente fuego como para cocinar y disfrutar de la tarde y la noche al calorcito de las brasas.


La faena fue, que al calorcito, también se acercaron una infinidad de insectos, que atraídos por el calor, se dirigían al fuego y se chamuscaban, creando un aroma a churrasco inaguantable. Pero lo peor de todo es que en el momento de abrir el bonito y hacer un refrito, todos esos bichos, se metieron en la cazuela. Menudo asco comerse la pasta con aquellos bichos, que por cierto eran bastante gorditos y sabían a rayos! Pero cuando sólo tienes esa comida fuerte, después de una dura jornada de 8 horas de incesante paleo, uno se come lo que haga falta!
A la mañana siguiente, sobre las 7:15, por fin vimos el primer barco grande remontando el río. Iba sin turistas, pero nos hizo mucha ilu, ver por fin un barco, que incluso creemos que era el mismo que en una ocasión nos adelantó, llegando a Luangprabang.


Este día se nos hizo muy duro. Tanto tiempo piragueando sin descansar ni un día, parecía que nos estaba pasando factura. Por lo menos ya estamos en una zona poblada, donde cada cierto tiempo, nos encontramos con pueblecitos. De echo, al día siguiente, decidimos parar en la parte de Tailandia para alojarnos y descansar un día y por fin dormir en una camita!!!
El caso es que este día, vagueamos un poco y en vez de parar a las 4 y media, paramos sobre las 15:45, en una islita alucinante. Esta isla ha sido para ambos el mejor sitio en el que hemos estado hasta ahora, sin duda alguna y mira si hemos estado en sitios preciosos.
Pero es que esta isla, lo tenía todo. Una perfecta zona para llegar con las piraguas tranquilamente y atracar sobre la arena sin problemas. Una zona de aguas tranquilas, separada de la corriente por unas rocas, donde me pegué un baño excelente, aprovechando que el sol calentaba demasiado. La zona de acampada, estaba en una zona elevada, lejos de la humedad del río y con unas vistas alucinantes y una arena que parecía que estábamos en un campo de golf (en la zona de arena que no se como se llama!). Y para colmo, era la delicia de cualquier superviviente, pues había madera seca como para hacer fuego durante un año! Para colmo, la noche nos la amenizaba el susurro de la corriente que a escasos metros llevaba algo mas de fuerza y resultó ser como una nana para nuestros oídos antes de dormir.


Pero lo mas acojonante de todo fue el amanecer. Hasta ahora siempre hemos dormido en la orilla izquierda del río, que es la que queda iluminada mas tiempo por los últimos rayos de sol. Pero en esta ocasión, el río discurría de oeste a este, con lo que pudimos ver como siempre el atardecer, pero además nos sorprendió el amanecer!


Acojonante!!



No hay comentarios:

Publicar un comentario