Poca cosa os puedo contar de estos últimos 7 días. La calma de las aguas hace que vayamos remando cabizbajos, sin querer mirar al frente, ya que ahora sólo tenemos inmensas rectas ante nuestros ojos. El calor azota terriblemente desde las 8 de la mañana y sin mas temas de conversación, ya que entre que nuestro inglés, que es un tanto penoso y que llevamos mucho tiempo juntos, no sabemos ni de que hablar. De modo que remamos sin parar y sin hablar durante unas horas, cada uno con sus pensamientos, tratando de entretener la mente para mitigar el dolor de brazos y espalda y sobre todo para soportar esa monotonía que nos depara el agua calmada.
Estos días no estamos teniendo suerte con las playitas, con lo que a partir de las 16:00, que es cuando nos paramos para acampar, estos días hemos tenido que remar un poco mas hasta que encontramos algo donde poner la tienda. Por lo menos, hemos tenido suerte y el primer día encontramos un templo a orillas del río. Era el templo de un pueblo muy pequeñito y algo extraño, pero nos aceptaron en su comunidad gratamente. A demás esa tarde, nada mas meternos en el templo, comenzó a llover. Menos mal que estábamos allí, porque sino hubiéramos tenido que usar el gas para cocinar, ya que la leña estaría mojada. Cocinamos bajo el suelo donde duermen los monjes, en una especie de mini cocina de leña que tenían y con madera que almacenan ellos bajo este chamizo.
Nosotros dormimos dentro del templo, rodeados de coloridos cuadros y banderas y demás ornamentos religiosos. Nos cedieron unas esterillas de mimbre y afortunadamente esa noche, dormimos con ALMOADA!! Una dulce brisa nos acompañó durante toda la noche, haciendo mas soportable el calor dentro de nuestros sacos.
El sonido de los gong, sobre las 5:30 de la mañana, impidieron que durmiéramos un poco mas de lo planeado para esa mañana, ya que provistos de leña, no tendríamos la tarea de recopilarla y pensamos levantarnos sobre las 6Am. Pero aún así, fue muy bonito y para nada molesto, despertarse con ese sonido y ver cómo se van preparando los monjes para las oraciones y sus abluciones y rituales matutinos.
Con el sol de la mañana, nos despedimos de aquel extraño templo y nos encaminamos en nuestra meditación, que esas aguas tan calmadas están propiciando y creando un nuevo estar apaciguado en nuestros rostros.
Por fin, después de tres días de escasez e incluso ausencia de playas, comenzamos de nuevo a ver estos magníficos oasis para nuestros ojos, pues son un estupendo lugar para parar a comer algo y para acampar en zona medianamente plana y menos dura que la tierra.
En esta zona, ya no tenemos problemas con el tema del agua, ya que a partir de aquí, todo el resto del río es zona poblada. De modo que cada cierto tiempo vemos algún pueblo que otro y casi todo el rato vemos agente pescando en sus botes o trabajando la tierra a orillas del río.
En esta zona por la que estamos navegando estos días, el río hace frontera entre Tailandia y Laos. Como vamos por el río, según nos venga mejor por la corriente, a veces estamos en un país y a veces en otro. Pero casi siempre que podemos y vemos en el mapa que en el lado de Tailandia va a haber un pueblo aparentemente grande, tratamos de llegar a él para la hora de comer. Si es así nos tomamos nuestro tiempo, paseando por el pueblo para tratar de encontrar un lugar donde preparen “Pad Thai”. Nos estamos mal acostumbrando a esto, pues nos jugamos un poco el tipo por estar en este país sin visado y porque en cuanto el río no haga mas frontera con Tailandia, se nos va a hacer muy duro no comer estos increíbles noodels fritos con verduritas y soja. Pero que nos quiten lo bailado mientras dure!
Este día, por la tarde, se levantó un viento bastante fuerte, como ya era hora de parar, decidimos hacerlo un poco antes, ya que el viento resultaba bastante molesto. Pero lo peor estaba por venir. El día siguiente, después de una noche bastante ventosa, lo tuvimos con un duro viento en contra que nos resultó de lo mas incómodo. De hecho, entre los dos días de duro viento que tuvimos, no avanzamos mas de 25Km! El primero de los días de viento, el mas fuerte, había momentos en los que remábamos y no avanzábamos ni un solo metro. Después de varias horas y viendo que el esfuerzo estaba siendo inútil y que tan sólo estábamos malgastando energía para no avanzar, decidimos parar para ver si paraba.
Cuando parecía que paraba y nos encaminábamos para emprender de nuevo la marcha, nuevas ráfagas soplaban, echando por tierra nuestras intentonas de continuar. Como no parecía amainar, decidimos para las 14:00, poner las tiendas y esperar al día siguiente.
La mañana siguiente se levantó ventosa nuevamente, que por una parte nos vino hasta bien, ya que decidimos que fuera el sol quien nos despertara. Imposibilitados por el viento, decidimos tomarnos ese día de medio relax, con lo que aprovechamos para hacer un poco la colada y dejar que el viento secara la ropa y lavar un poco mas a conciencia los utensilios de cocina.
A medio día amainó un poco el viento, con lo que remamos la mitad del día. Por una parte hasta vino bien este pequeño descanso para que nuestros músculos se relajaran un poco y poder afrontar mas frescos las nuevas jornadas.
Con la parada del viento, los rayos de sol azotaban de nuevo duramente sobre nuestros cuerpos. Muchas veces, cuando nos encontramos con estas playas y este sol, parece que estemos en el caribe de vacaciones y que en algún momento vayan a aparecer unos camareros a traernos los mojitos con una sombrillita de decoración y un coco con una pajita para refrescarnos.
En algunas zonas y según la hora que sea, la arena adquiere unas tonalidades y unas texturas alucinantes. La verdad es que no hemos vuelto a ver en unos 10 días ningún barco turístico y sinceramente aquí están las mejores playas de todo el Mekong, donde sin duda alguna una paradita en estas, harían las delicias de cualquier turista del Mekong. Pero por el momento, parece ser que somos unos afortunados, siendo los únicos en aprovecharnos de estos vellos rincones que el río nos ofrece.
Por esta zona, vemos numerosos barcos extrayendo arena del fondo del río, para usarlo en la construcción, creemos nosotros. El caso es que estos barcos están anclados al fondo para que la corriente no los menee, con varios cables de acero enganchados desde las cuatro esquinas del barco. Normalmente, pasamos bastante cerca de estos barcos, ya que están cerca de la orilla y es por esta por donde solemos ir para aprovechar al máximo la corriente.
Uno de los días, cuando pasé por al lado de uno de estos barcos, tras esquivar la cuerda y saludar al capitán, escuché a este gritarme. Normalmente, cuando les saludas, te saludan y luego te vuelven y te vuelven y te vuelven a saludar. A este no le hice caso de nuevo y seguí remando sin girarme. Nuevamente me gritó, pero con más energía. Decidí saludarle de nuevo ya que tanto entusiasmo se merecía otro saludo. Me giré para saludarle y este no me saludaba, sino que me señalaba a Martino. Le dije que ya sabía que detrás de mí venía otra piragua, pues era mi amigo. Pero noté algo raro y me giré del todo para ver mejor al italiano y de pronto vi que su “piragua explosiva” (en la siguiente entrada explico el porqué de esto), estaba VOLCADA!!
No me lo podía creer! Que coño habría hecho este para volcar en unas aguas mas calmadas que la manga del mar menor! El caso es que me puse a remar como un loco para atrás y veo que asoma la cabeza por detrás de la piragua y riéndose. Bueno por lo menos no era nada grave! El caso es que se había arrimado tanto al barco, que no le dio tiempo a esquivar el uno de los cables, con lo que la piragua se elevó sobre este haciendo que volcara y con ello Martino al agua!
Lo bueno que tiene navegar junto a Martino, es que es como Donceles, si algo tiene que pasar, le va a pasar a él fijo, con lo que estoy bastante protegido con su compañía!
Nuevamente tenía el pasaporte, dinero, saco de dormir, tienda, ropa,… inundado y perdió las botellas de agua que utilizamos para pillar agua no potable para cocinar. Pero bueno, ahora que estamos en zona poblada, no es mayor problema y por lo menos me ha dado algo que contar en el blog!
Ya era bastante tarde, con lo que tras retirar todo el agua de su piragua y de las alforjas, ya no teníamos mas tiempo para remar y nos pusimos a buscar un lugar donde acampar. Ninguna playita se divisaba en el horizonte y ambas orillas tenían una pendiente muy pronunciada, con lo que la acampada se veía difícil. Cuando pensábamos que tendríamos que remar de noche, ya que en muchos kilómetros no parecía que la cosa mejoraba, en lo alto de una de las pendientes de la orilla de Laos, vimos que había un templo.
Paramos para subir a pedir hospedaje y alucinamos con el encanto de aquel pueblo. Desde el río, solo se veían árboles y el templo, pero una vez subido el pequeño acantilado de arena, un increíble pueblo con mucho movimiento nos dio la bienvenida. Numerosos niños salieron a nuestro encuentro y entre risas y sustos que les daba, conseguí que se acercaran para enseñarles las fotos. Avanzábamos por la calle principal del pueblo, cuan flautista de Amelín, pero seguidos por niños y los últimos rayos del ocaso, que le daban un toque anaranjado a aquella estampa.
Una vez sido aceptados por la comunidad de monjes, volvimos a la playa, para coger las piraguas y remar hasta el punto de acceso al templo, pues quedaba a unos 100m más delante de donde desembarcamos.
Tratando de subir con todas las alforjas por las estrechas y casi invisibles escaleras que subían por el acantilado hasta el templo, Martino, se tropieza, soltando las alforjas de la mano! Oigo un ruido, me giro y veo como las dos alforjas de Martino bajan rodando como las bolas de nieve de los dibujos animados por una pendiente, hasta que nuevamente, terminan flotando en el agua.
Nueva Doncelada del italiano, que provocó una carcajada generalizada de la comunidad de monjes. Me resultó muy curioso ver a aquellos monjes, de avanzada edad y con ese talante de seriedad y paz interior, verles reírse tan enérgicamente.
Esta vez, el dinero del bote, que lo llevaba él, terminó individualmente distribuido por el templo para que se pudiera secar. Bajo la atenta mirada de los niños, que no entendían muy bien que estaba haciendo con el dinero, me quedé en el templo esperando a que se secara, mientras Martino buscaba algún sitio donde cenar algo, para no tener que hacer fuego y cocinar por este día.
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