A la mañana siguiente como siempre a las 6:30 despertarnos y comprobar que la cenita había surtido efecto. Nos encontramos como nuevos. Desayunar bien, pasar por la gasolinera para comprar frutos secos y queso y un poco pan en el mercado. Pasar de nuevo al otro lado del Mekong por un pedazo de puente, donde paramos para contemplar tal majestuoso río.
Tras pasar el puente tocaba otra vez caminito de tierra a orillas del Mekong, de esos de raya súper fina y roja en el mapa, con lo que mucha gracia no nos hacía por la experiencia de la etapa anterior. Afortunadamente nuestros culos agradecieron que esta vez fuera todo una pista bastante cómoda.
Tocó pasar también numerosos canales por puentes de estilo II Guerra Mundial.
En uno de los cuales conocimos al niño Playboy, que hablaba en camboyano y en árabe, pues esta es una zona de asentamientos musulmanes.
La verdad es que sorprende mucho la mezcla cultural que hay en esta zona. Es muy típico encontrarte niñas con velo jugando con camboyanas, y numerosos hombres desfilando en comunión con sus tradicionales vestimentas yendo a la mezquita, mientras se cruzan con otros monjes budistas también con sus típicas telas naranjas.
Aunque parezca mentira, en estas zonas en donde casi no circulan coches y donde la pista no está en muy buen estado, cada cierto rato encuentras puestecitos donde venden refrescos. Al cabo de varias horas pedaleando y bebiendo agua en estado té, de lo calentorra que se te queda, pues siempre entra bien algo fresquito. Siempre te aconsejan que en estos países no tomes verduras sin cocinar, ni fruta sin pelar, ni beber agua del grifo ni nada con hielos. Exceptuando lo del agua del grifo (que tiempo al tiempo), hacemos caso omiso a estas indicaciones. La verdad es que hasta el momento no nos va nada mal, quizás sea por que con las palizas que nos pegamos, sudamos las bacterias antes de que nos hagan algún mal.
El caso es que los refrescos con hielitos entran que te cagas (esperemos que no literalmente) y no veas que hielitos!
SALUDO A LA PIRRIIIIII!!!!
A pesar de nuestro exceso de equipaje, siempre hay alguien que te supera y es que en Camboya hemos visto barbaridades, por lo que son capaces de trasportar, tanto en coche como en moto e incluso bici.
Esta jornada también estaba resultando ser larga y pesada. Planeado estaba llegar a Kratie, que se encontraba a unos 140Km. A escasos 30Km de llegar a destino y para nuestro alivio, la pista se tornó carretera. Para celebrarlo y a modo de descanso, en un pueblecito llamado Chhlong nos paramos en un pequeño puesto de batidos de frutas. Al de apenas 10 minutos, el cielo se cubrió de un gris oscuro y rápidamente nos tocó saludar de nuevo al monzón. Caía de tal manera que nos tomamos otro batido esperando a que amainara. Aquello no paraba y ya era bastante tarde, empezando a oscurecer. Con la paliza que llevábamos, no apetecía nada ponerse a ciclar bajo la lluvia, con lo que tras 4 batidos de frutas (cada uno) y descubrir que justo enfrente nuestro había una guest house, decidimos alojarnos allí y dar por finalizada la etapa.
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