domingo, 8 de agosto de 2010

09 Hello Lao, Agur Cambodia

Minuto uno de la mañana y ya nos estaba lloviendo. La emoción de pasar a Laos para ir a Don Det, una de las islas de la zona conocida como, las “4000 islas del Mekong”, hacían que el incordio de empezar mojados no se notara.
En principio parecía etapa sencilla. Pero seguir ciclando por esa carretera donde el paisaje no cambia y la ligera pendiente es perpetua, se nos hacía duro. A media mañana y al de unos 55Km, llegamos al puesto fronterizo. Como siempre te piden un maldito dólar por el sello de salida (cuando en realidad ya has pagado el visado), pero por no tener jaleos lo terminas pagando.
En la parte de Laos nos atendió un tipo uniformado, con lo que parecía que las tramitaciones serían mera transacción. Lo divertido de esta frontera es que mientras estas haciendo el papeleo y uno de los oficiales curra, el resto están echando una partida a la petanca si uniforme y bebiendo birras, lo cual hace que la seriedad deje de ser tan patente.
En principio deberían de ser 20$, que es lo que solemos pagar en todas las fronteras y además Mantu 2 años atrás fue lo que pagó. Pero para nuestra sorpresa o nos metieron una sablada seria o el tema había subido, porque la cuenta ascendía a 35$ por barba. Como tampoco lo habíamos confirmado antes de ninguna manera, pagamos por el visado y en la ventanilla siguiente pagar el maldito dólar por el sello de las pelotas. Al final el temita de la petanca no nos resultó tan divertido.
Otro país que dejamos atrás y ya estábamos en Laos, donde nada mas cruzar la frontera tod@s l@s niñ@s te saludan con un “Sabaidii”, hola en Laos. Unas cascaditas de por medio antes de llegar a destino y unos olores muy agradables ayudaron a nuestras cabezas a olvidarse del paso fronterizo. Por esta zona hay numerosas cataratas que rompen el curso del Mekong de manera muy violenta y cuyo estruendo van avisando de su cercanía a medida que vas avanzando.



En esta zona el río se ensancha tanto que alberga un montón de pequeñas islas, de ahí el nombre de esta zona. Dos de ellas son habitables. Una es Don Kohng, bastante grande, con alguna carretera y mas turística. La otra, mas pequeña y tranquila es Don Det, a la cual nos dirigíamos. En el embarcadero para tomar el bote preparamos un pequeño show  para intentar meter las bicis en el botecito sin quitar la alforjas. Al final todo entró perfectamente y llegamos sanos y salvos a la isla tras varios amagos de volquete del bote debido a la inestabilidad que creaban nuestras bicis.



Fuimos a intentar alojarnos en la misma guest house en la que Mantu estuvo la otra vez. Allí seguían aquellos mágicos bungalows a orillas del río, con sus hamaquitas y la encantadora chica que lo gestiona, que curiosamente se acordaba de Mantu. La isla poco había cambiado, salvo que esta vez en algunos sitios tenían corriente eléctrica todo el día. Aún así eran pocos los que disfrutaban de este lujo y el encanto de la noche de esta isla seguía intacto ya que para las 21:00 se apagan los generadores.
En un día te puedes ver la isla y la isla vecina que se comunican por un puente. Hay unas cataratas de estas típicas de la zona y algunos lugares donde poder divisar los delfines de agua dulce, cosa que esta vez no hemos tenido la suerte de avistarlos.
Por lo demás en esta isla lo que se hace es comer, beber y dar paseos para ir a otro puesto donde seguir comiendo y bebiendo y entre medias ir a la hamaca a tambalearse, leer, echarse unas siestas o simplemente quedarte embobado escuchando el susurro del río.
Dicho así parece aburrido, pero la gente que va para unos días, se queda diez atrapados por la magia del lugar. Nosotros que íbamos para dos días, nos quedamos un tercero y en realidad nos marchamos porque viendo las etapas que nos quedaban y con tan solo 30 días de visado íbamos a andar un poco justos de tiempo.
Con pena nos marchamos al tercer día, dejando atrás aquellos caminos sin asfalto, sin vehículos, rodeados de palmeras y con el vuelo de las mariposas como única compañía.



Pero lo que realmente echaremos de menos es la siesta en la hamaca después de desayunar y el único deber que teníamos, ir a la zona del atardecer para ver la puesta de sol tomándonos un banana shake.


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